martes, 30 de octubre de 2012

¿Qué hacemos con la antigua cárcel de Málaga?



Fachada principal y detalle de la clave de la puerta de entrada y cartela.

 Mucho se está hablando en las últimas semanas sobre el destino de la antigua Prisión Provincial situada en las inmediaciones de la Cruz de Humilladero tras haber sido trasferida su titularidad al Ayuntamiento de Málaga tras haber funcionado como centro penitenciario durante setenta y seis años hasta 2009.

Para remontarse a sus orígenes hay que trasladarse a los años veinte del pasado siglo, momento en el que la antigua cárcel en la Avenida de la Rosaleda (hoy sede de la Policía local) acusaba problemas de hacinamiento, seguridad e higiene. Es por ello por lo que  en 1927 el arquitecto municipal -Enrique Esteve- a petición de los tenientes de alcalde, propone la construcción de una nueva cárcel que permitiese la clausura del antiguo centro.

Así se buscó el emplazamiento más adecuado para su construcción, teniéndose en cuenta que debía de situarse fuera del casco urbano pero no excesivamente apartado del mismo. Tras diversos reconocimientos, se determinó que los terrenos más adecuados eran unas tierras  pertenecientes a la familia Cárcer en el entorno de la Cruz de Humilladero, terreno destinado por entonces a huertas y sobre todo a la siembra de viñas de uva moscatel, zona en la que además se proyectó el nuevo matadero de la ciudad (concluido en 1937).

Sobre la fórmula que se emplearía para llevar a cabo un proyecto de tal envergadura, se propuso que los terrenos de la familia Cárcer fuesen ofrecidos al Ministerio de Gracia y Justicia para la construcción de la nueva prisión, aunque sería el Ayuntamiento el encargado de hacerse con la parcela con cargo a Instrucción Pública y que se destinase la antigua cárcel a fines escolares, bien adaptando el viejo edificio o bien demoliéndolo.

Tras hacerse con los terrenos y hacerse unos ligeros cambios en cuanto a la parcela, en 1928, el alcalde Fernando Guerrero Stracham donaba al Estado 14.175 metros cuadrados destinados a la construcción de la nueva Prisión Provincial de Málaga.

El inicio de las obras tuvo lugar con la ceremonia de colocación de la primera piedra en agosto de 1930, acto al que asistieron diversas autoridades locales y nacionales. La contrata de la misma fue encargada a Severiano Montoto, la misma persona en quien había recaído la restauración del palacio de la Aduana tras el pavoroso incendio que la asoló en 1922.

En 1931 la nueva Directora General de Prisiones con la recién proclamada II República en su visita a Málaga visitó las obras e instó a que éstas se realizasen con celeridad. Tras algunos retrasos, la inauguración del edificio tuvo lugar el 13 de octubre de 1933, así su construcción se había alargado durante tres años y había ascendido a un millón quinientas treinta y cinco mil pesetas. El nuevo edificio reunía las condiciones de seguridad e higiene de las que carecía su antecesor, contando con modernas cocinas, enfermería, sala de duchas, etc.

Estructuralmente se trata de un edificio muy funcional con unos marcados ejes de simetría que vienen dados por la presencia de una gran galería central (la cual seguía en su momento los más modernos preceptos de arquitectura penitenciaria) en dos alturas que articula el conjunto. A  ambos lados de ésta galería se abrían otras secundarias entre las cuales se abrían cuatro grandes patios. Existen otras construcciones complementarias al edificio original, destacándose el módulo de entrada que hace a la vez de fachada principal del conjunto.  El edificio se rodeó por un alto muro en el que destacan las garitas de vigilancia.

Garita de vigilancia.

Toda la obra combina el uso de mampuestos irregulares de piedra alternados con hiladas de ladrillo.
La fachada principal es la única parte ornamentada del edificio; se compone de dos módulos adelantados de dos alturas cada uno, unidos por una galería central en la que se abre la puerta principal flanqueada por dos ventanas con arcos escarzanos de ladrillo. En el centro del arco de la puerta encontramos una gran clave de piedra blanca que resalta cromáticamente sobre el conjunto. Sobre éste aparece una cartela (también en piedra blanca) en la que se especifica la función del edificio y su año de construcción.

En los inicios de la Guerra Civil –antes de la toma de Málaga por los sublevados en febrero de 1937-, en este edificio tuvieron lugar algunos de los más dramáticos acontecimientos de la contienda en la capital. Tras el alzamiento militar en Melilla (17 de Julio de 1936), Málaga permaneció fiel a la República. En medio del caos generado en la ciudad en aquellos momentos, las autoridades encarcelaron a destacados personajes de la derecha local además de la mayoría de los oficiales del ejército.

Tras los primeros bombardeos de la ciudad por parte de la aviación nacional y los primeros muertos civiles, se dio el fenómeno conocido como las “sacas” que no era otra cosa que la venganza por parte de la población de los muertos civiles habidos en los bombardeos, así se acudía a la cárcel y se producía la salida de un número determinado de individuos para ser fusilados. Los historiadores contabilizan en torno a un millar de muertos “nacionales” en los siete meses que duró la Guerra Civil en Málaga.

Tras la toma de Málaga el 8 de febrero de 1937 se empezaron las ejecuciones en masa, así tenemos la cifra de 3500 ejecuciones llevadas a cabo entre el día 8 y el 14 de febrero, elevándose la cifra hasta las 17000 personas entre 1937 y 1944, saliendo gran parte de los condenados de las instalaciones de la cárcel provincial hacia las tapias del cercano cementerio de San Rafael, lugar donde se ha exhumado la mayor fosa común del franquismo en España.

A partir de los años 80 las instalaciones además de obsoletas se habían quedado pequeñas, por ello en 1985 se inauguró un nuevo centro penitenciario en Alhaurín de la Torre, quedando la antigua prisión como centro de régimen abierto hasta el año 2009.

En la escritura de cesión del terreno al Estado llevada a cabo en 1928 existía una cláusula en la que se especificaba que si la prisión dejaba de desempeñar esta función, habría de ser devuelta al Ayuntamiento de Málaga. En virtud de ello el pasado 25 de Septiembre el edificio fue entregado a la ciudad.

Desde hace años una serie de organizaciones vecinales vienen reclamando que se otorgue un uso público a este espacio, teniendo en cuenta el déficit de equipamientos en la zona. Así hubo propuestas de situar entre sus muros desde un centro cívico, una biblioteca, incubadoras de empresas, un centro de la Memoria Histórica, hasta el traslado de los Servicios Operativos del  Ayuntamiento a este lugar.

Lo cierto es que lo primero que hizo el señor alcalde fue apuntar que el edificio no estaba protegido, dejando la puerta abierta a su demolición total (o conservando sólo una mínima parte de su fachada) como se ha hecho recientemente en Granada, para poder situar en sus terrenos desde viviendas hasta su “brillantísima” idea de instalar un campus de la Universidad Católica de Murcia (UCAM), muy ligada al movimiento Neocatecumenal (Kikos), es decir al sector más ultraderechista de la iglesia. Y todo ello en un momento en el que como la propia Rectora de la Universidad de Málaga reconoce que ya existe un “exceso de oferta” en lo que titulaciones universitarias se refiere.

Fachada de la antigua cárcel de Granada tras ser demolido el resto del conjunto.

 La simple idea de instalar una Universidad privada en este lugar supone la cesión de un espacio público reclamado durante años por la ciudadanía a una institución elitista y profundamente clasista, no deja de ser una muestra de desprecio hacia aquellos colectivos e individuos que han reclamado durante años poder contar con estas instalaciones para el desarrollo de diversas actividades de carácter lúdico y social.

Por ello es de recibo que el Ayuntamiento y más concretamente el alcalde Francisco de la Torre, recapaciten y den a este equipamiento el uso que la ciudadanía reclama, un uso que sea accesible a todos por igual en una de las zonas más densamente pobladas de la ciudad. Las posibilidades del edificio son muchas y la inversión no ha de ser cuantiosa.

lunes, 22 de octubre de 2012

Calle Nuño Gómez: Crónica de un vertido, un incendio y un derribo.



Solar en el nº 11, Casa de González Anaya y solar de la misma.
Nº 13, Casa Natal de Salvador González Anaya  (demolida) y placa conmemorativa.
  

La calle Nuño Gómez puede de por sí encarnar algunas de las dinámicas que afectan o han venido afectando a buena parte del patrimonio local en los últimos años. En ella encontramos casos en los que la administración o bien no actúa o lo hace mal y tarde, vecinos condenados a la "marginalidad", propietarios que recurren a maniobras "extrañas" para deshacerse de sus viviendas antiguas, etc. En poco más de un mes hemos asistido atónitos a una serie de sucesos que tienen un punto en común, su agresión sobre cuatro fincas  correlativas, los números 9, 11,13 y 15. Ésta es una pequeña crónica de los hechos:

-El vertido:
Desconocemos a quién se le ocurrió tan brillante idea, pero lo cierto es que a inicios de Septiembre de este año saltó a la luz la noticia de que se estaban produciendo vertidos de escombros y áridos en el solar contiguoa la Casa Natal de Cánovas (el número 11 de la calle). Al parecer el origen de los mismos era la excavación arqueológica que se está llevando a cabo en el Muro de las Catalinas. El escándalo fue sonado, más cuando unos días antes el concejal de Cultura Damián Caneda había reconocido que no se acometería la rehabilitación del conjunto al no contar con fondos para ello. Sigilosamente en las semanas sucesivas se “limpió” y valló la parcela.

-El incendio:
 En la noche del día 15 de Septiembre se produjo un incendio “fortuito” que afectó considerablemente al número 15 de esta calle (como bien tratamos en la publicación del 20 de Septiembre http://salvemos-malaga.blogspot.com.es/2012/09/incendio-en-el-n15-de-la-calle-nuno.html), un inmueble de la segunda mitad del siglo XIX que se encontraba abandonado (y tapiado). Aun se está a la espera de conocer el (triste) futuro que espera a este inmueble.

-El derribo:
Como siempre alegando razones de seguridad para el viandante, el Ayuntamiento decidió demoler el número 13 de la calle, edificio anexo al incendiado y que se englobaba en el conjunto de las viviendas a rehabilitar junto con la Casa de Cánovas. Poco o nada se ha hablado de la presencia en su fachada de una placa conmemorativa a su más ilustre inquilino, Salvador González Anaya (1879-1955), quien nació aquí. Fue escritor, poeta, alcalde de Málaga en 1916, 1918 y en 1935, académico de número de la Academia de San Telmo y  Real Académico de la lengua entre otras menciones. Su figura es bastante desconocida en la actualidad pese a haberse esforzado por mostrar una imagen de Andalucía alejada de los tópicos decimonónicos, haber defendido la emancipación de la mujer y haber reclamado el parentesco étnico entre los andaluces y el mundo musulmán.

Si bien es cierto que esta pequeña casa había sido radicalmente alterada a lo largo del siglo XX, se echa en falta que desde el Ayuntamiento no se hayan detenido ni por un instante en determinar si era posible revertir los efectos de remodelaciones llevadas a cabo y devolver al conjunto su imagen primigenia incluyéndose en el proyecto de rehabilitación de la Casa de Cánovas y dedicando un pequeño espacio a otro hijo ilustre, Salvador González Anaya. Al menos esperamos que en el futuro sea restituida la placa conmemorativa al "pastiche" que se alze en el solar que un día acogió la morada de tan ilustre figura.

Llegados a este punto nos preguntamos si todo ello es casual, si detrás de actos tan sospechosos no se esconden otro tipo de intereses que busquen especular con todos estos solares aprovechándose de la nula preocupación municipal en cuanto a la preservación del “paisaje” de esta calle.

sábado, 6 de octubre de 2012

Corralones en la calle de las Lagunillas







La zona de las Lagunillas nunca fue un espacio socialmente homogéneo. Así pues, en sus inmediaciones podían apreciarse desde corralones de vecinos hasta viviendas pequeñoburguesas.

Lo cierto es que la degradación de la calle de las Lagunillas no se vio acompañada de un agudo proceso especulativo, en buena parte por ser un espacio que quedaba “al margen” de zonas que gozaban de más centralidad, además de lo poco atractivo de la zona tras establecerse decenas de viviendas sociales en su entorno. Todo ello hizo que la calle mantuviese gran parte de su fisonomía hasta hace pocos años, momento en el cual surgió la idea de las “tecnocasas” y  se diseñó una promoción en esta calle. 

El proyecto  supuso –como ya decíamos en publicaciones anteriores- la prohibición por parte de los propietarios de intervenir en los inmuebles a la espera de su  expropiación por la Junta de Andalucía. Obviamente hay que admitir que pese a que este proceso haya caído en saco roto, muchas de las viviendas se han conservado –abandonadas-, acelerándose su proceso de ruina, tras lo cual su fin siempre es el mismo: la piqueta.

A día de hoy en la calle de las Lagunillas se conservan tres corralones, uno rehabilitado y otros dos totalmente arruinados y casi desaparecidos. Nos vamos a centrar en estos dos, los correspondientes a los números 42 y 44 de dicha vía.

Ambos carecen de cualquier elemento distintivo que advierta al viandante de lo se esconde tras las fachadas. De hecho, éstas se asemejan  estilísticamente a cualquier vivienda obrera de finales del siglo XIX, planta baja con portal más una altura (B+1), tras lo cual se abren cuatro patios muy alargados (dos por fachada) que comunican las distintas salas que conforman el corralón.

En un principio ambos inmuebles quedaban dentro del plan de las tecnocasas, por lo al no gozar de ningún tipo de protección arquitectónica, serían demolidos para llevar a cabo el proyecto. Ahora que el mismo se encuentra en un punto muerto y sin que ni las administraciones ni los propietarios de los inmuebles puedan llevar a cabo ninguna intervención, el abandono y la ruina avanzan a pasos agigantados ayudados por actividades humanas –alentadas por la propiedad- destinadas a ir demoliendo el conjunto sin que sea perceptible desde el exterior.

Si bien es perfectamente lógico que estos corralones no reproduzcan las condiciones de vida que se dieron en otros tiempos, sí defendemos que se conserve en lo posible su tipología como se consiguió (curiosamente de la mano del mismo redactor del proyecto de las tecnocasas, Salvador Moreno Peralta) en el corralón de Santa Sofía en los años noventa.

Las imágenes ilustran el deplorable estado de ambos corralones tras continuas acciones encaminadas a su total ruina.