lunes, 12 de septiembre de 2011
Calle Chinchilla y Museo del Vidrio
Málaga nunca se caracterizó por tratar con mimo ni a sus hijos ilustres ni a aquellos que decidieron contribuir generosamente con ella (exceptuando a la Sra. Thyssen y a Antonio Banderas), hay verdades dolorosas que jamás oirán de la boca de los políticos locales...
En Málaga hay museos de primera y de segunda, a unos se los pasea por el mundo, se les dota de presupuestos millonarios, se los publicita y se los cuida (cosa de la que me alegro enormemente), a otros (por no decir a sus propietarios), se los “oculta”, no se incluyen en los circuitos turísticos de la ciudad, se los rodea de miseria, basuras, edificios en ruinas y ya hasta de conatos de incendios…
Tras haber sido derribadas las ¾ partes de la calle Chinchilla (con interesantes edificios domésticos de los siglos XVIII y XIX) se excavó y documentó la existencia de varios hornos de época Almohade, los cuales formaban parte del complejo alfarero que se situó en la zona entre los siglos XI y XVII, y donde con certeza fueron producidas aquellas cerámicas que hicieron de la marca “Málaga” un producto internacional que iba desde el Egipto fatimí hasta la corte Inglesa. Pues si ello fuese poco, un auténtico mecenas y enamorado de nuestra ciudad, Gonzalo Fernández-Prieto, adquirió una antigua casona en la plazuela frente a la iglesia de San Felipe Neri (hoy en plena época de reevangelización de la ciudad ha sido titulada como “Cristo de la Sangre”), y la rehabilitó con excelente resultado para instalar en ella su singular colección de cristal y vidrio y dotar a Málaga de un nuevo espacio museístico.
El estado del inmueble era lamentable, hasta el punto que desde la Gerencia de Urbanismo se databa en el siglo XIX, sin embargo tras decapar la fachada salió a la luz un conjunto de pinturas murales que hablaron de su verdadera cronología, el siglo XVIII, cuando la familia Cassini (relacionada con las obras de construcción de la vecina iglesia de San Felipe Neri) levantó esta casa en torno a 1761.
Éste no es el único ejemplo de vivienda con pinturas murales de la zona; el denominado como "Barrio Alto" contaba con un buen número de inmuebles con este tipo de decoración, muchos de ellos han desaparecido, siendo actualmente los más famosos -junto con el que hoy tratamos- el Instituto Vicente Espinel, la iglesia de San Felipe Neri o el Centro cultural de la Generación del 27 (antigua Gota de Leche).
En la planta baja se simula un despiece arquitectónico mediante líneas incisas en el paramento, este espacio aparece desprovisto de color, jugando la geometría un gran protagonismo en el efecto que se pretendía conseguir. Este tipo de pintura mural tiene sus paralelos en lugares como la iglesia de San Juan o en la calle Tomás de Cózar nº 13 (actualmente sede de los baños árabes el Hammam) donde sí se introdujeron tonalidades de negros y grises.
En el primer piso se situaban cuatro escenas mitológicas o alegóricas dentro de sendas tondas con forma de T, de las cuatro escenas que existieron se conservan tres, una escena de lucha entre seres monstruosos, otra de un ave sobre una peana y un busto sobre una pilastra. Todo el paramento de la primera planta se decoró simulando ladrillos de color rojo. Por su parte la cornisa aparece recorrida por elementos vegetales. La restauración de estas pinturas fue encomendada a la empresa Quibla Restaura de la mano de Estrella Arcos y Joaquín Gallego.
En el resto de la casa el respeto hacia lo original ha marcado las pautas en la rehabilitación, así se ha conservado el magnífico patio (donde se han instalado macetones de la recientemente cerrada fábrica de los Hermanos Morillo en la Colonia de Santa Inés), las vigas de los techos, ventanas, rejerías, etc. Como dato curioso, la portada de acceso al museo se encuentra descentrada, ello se produjo tras un terremoto que afectó a Málaga a finales del siglo XIX, habiendo entendido su propietario que esta “anomalía” formaba parte de la historia de la casa, se decidió dejar la puerta tal cual.
Todo ello se llevó a cabo sin la ayuda de ninguna administración ni en lo económico ni indirectamente en la mejora del entorno. Pese a los continuos llamamientos tanto de D. Gonzalo como de distintos colectivos para que se adecentase la zona, nada de ha hecho al respecto. En el pasado año se habló de la posibilidad de ampliar el museo hacia la calle Chinchilla y crear en ésta un centro de interpretación de la cerámica islámica junto con tiendas de artesanía. De hecho el Ayuntamiento de la ciudad llegó a redactar un proyecto valorado en casi 2,5 millones de euros del que no se ha vuelto a tener noticia.
Mientras tanto el solar de la calle Chinchilla fue acumulando basuras y desechos de los “ciudadanos ejemplares” que allí las arrojaban, mientras que el Ayuntamiento, retiró recientemente varios cubos de basura de la zona. El fin de la historia no podía ser otro, la pasada semana se desató un conato de incendio en dicho solar que por suerte no fue a más. Ante esto (y no sabemos si por la cercanía de las elecciones autonómicas) la Junta de Andalucía ha sacado a licitación la construcción de una serie de viviendas de protección oficial en dicho solar que dan al traste con el centro de interpretación.
¿Alguien se imagina cómo debe sentirse alguien venido de fuera para compartir lo mejor que tiene con una ciudad que no es la suya y ser tratado de esta manera?, de ingratos está el mundo lleno, ¡qué paciencia tiene el pobre de Gonzalo…!
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2 comentarios:
Es totalmente vergonzoso, a la vez que de agradecer, que tengan que venir de lejos a mimar nuestra ciudad. Pero seamos justos, la administración decide que dedicar nuestro dinero a salvar nuestro patrimonio no sirve de nada pues no deja dinero, vivimos en una ciudad que en todo busca el negocio, el beneficio económico al que se puede llegar de diferentes formas, solo en algunso casos, la cultural; pero a la ciudananía nisiquiera le importa eso.
El museo del vidrio, como ente privado, no tiene porque percibir financiación pública, aunque yo no lo comparta 100%, pero es triste que el Ayuntamiento prescinda de él en sus rutas turísticas, ya que este, aunque no deporte dinero directo, si lo hace indirectamente, pues enriquece la ciudad con una colección única en un edificio único que guarda silenciosamente el pasado y la imagen de la ciudad.
Lástima que los ciudadanos seamos los primeros a los que nos importa poco todo esto. El problema es que nosotros nos iremos, el patrimonio seguirá, aunque a este ritmo, sus escombro serviran para enterrarnos.
Pues he estado en el Museo del vidrio el otro dia y me ha parecido una gran obra de restauracion. Lástima que este ejemplar obra no consigue apoyo institucional. Desde luego se lo merecería el propietario
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