Nacido en un entorno a priori adverso (en el entorno de la
antigua necrópolis de la medina islámica y con zonas pantanosas al pie de la
colina del Ejido), el barrio de las Lagunillas surgió al
amparo del desarrollo urbano que vivió la zona intermedia entre el Convento de
los frailes Mínimos de la Victoria y el centro urbano desde inicios de la Edad Moderna. Sin embargo no fue hasta la
canalización del arroyo del Calvario y la apertura de la calle Alcazabilla
cuando la zona gozase de un mayor esplendor. Así desde finales del siglo XIX hasta
mediados del XX el entorno de las calles Altozano-Cruz Verde y Lagunillas albergó
decenas de establecimientos comerciales que hicieron de la zona lugar de
referencia en Málaga a la hora de hacer compras, con establecimientos que hasta
hace pocos años han tenido el honor de estar entre los más antiguos de la ciudad.
A la vez el barrio adquirió una gran diversidad arquitectónica albergando diversas tipologías de viviendas de diversos estilos artísticos. Así encontramos sencillas viviendas unifamiliares, corralones o casas de vecinos, edificios propios del estilo decimonónico burgués, casas del siglo XVIII con pinturas murales, inmuebles de estilo regionalista, etc.
A partir de los años sesenta y setenta comenzó la
degradación del barrio, ésta fue
acompañada de procesos de expulsión de los vecinos de la zona y del
establecimiento en el mismo de viviendas
sociales a finales de los noventa que
agravaron más si cabe su situación, convirtiéndose en un auténtico “ghetto” a escasos metros del centro
histórico de la ciudad. El profesor de Economía y Administración de Empresas de
la UMA Sebastián Molinillo se refería en los siguientes términos al proceso de
degradación del “Centro”, dinámica totalmente aplicable al entorno de las
calles Lagunillas-Altozano y Cruz Verde:
“La oferta
comercial cambió a lo largo de los años setenta y ochenta. El Centro dejó de
ser la única área comercial de la ciudad y, además, la tendencia demográfica
descrita derivó en el deterioro del parque de viviendas, abandono de los
espacios públicos, obsolescencia del paisaje urbano y despreocupación política
consentida por la inexistencia de grupos sociales (vecinos, asociaciones
profesionales, etc.) que presionasen por el mantenimiento de unos servicios e
infraestructuras mínimas, que pudieran garantizar cierta calidad ambiental.”
Así a día de hoy calles enteras han desaparecido, mientras
que otras como la de las Lagunillas languidecen a la espera que las denominadas
“tecnocasas”
se ceben con los restos de la arquitectura popular que aún conserva,
pues en Málaga si no es a base de grandes planes urbanísticos, nuestros
gestores se muestran incapaces de incentivar la regeneración de espacios
deprimidos partiendo de pequeñas partidas presupuestarias. Pero claro, en la
acotada mentalidad decimonónica de muchos, hay que intervenir de forma que
“cuando la obra esté terminada, nadie reconozca ni un ápice del barrio
original”. Así se arrasarán viviendas de entre los siglos XVIII y XX, se
abrirán calles nuevas, y se elevarán nuevos bloques de “pisitos” en un capítulo
más de la incapacidad de muchos de combinar esencias-patrimonio-modernidad y regeneración urbanas.
Formulo una pregunta ¿es posible la realización de las
tecnocasas sin tener que arrasar con toda la actual trama urbana?, la respuesta
es un sí rotundo. Replanteando el plan desde su concepción. Rehabilitando y
poniendo en valor el barrio, respetándose las tipologías ya existentes, introduciéndose
una arquitectura de calidad en los innumerables solares que pueblan la zona,
favoreciendo una cohabitación respetuosa en el barrio, incentivándose la
creación de una red de talleres para artesanos, la apertura de comercios y la
aparición de espacios abiertos a la realización de actividades dinamizadoras de
la vida del barrio.
Refieriéndonos a los corralones, algunas voces nos atacan a quienes defendemos esta tipología
doméstica acusándonos de querer volver a tiempos de hacinamiento y podredumbre,
algo curioso cuando en muchos casos estas afirmaciones parten de aquellos
mismos arquitectos que firman proyectos de esas “microviviendas” o estudios de
escasos treinta metros cuadrados que durante los años de la burbuja
inmobiliaria han poblado el Centro Histórico de Málaga.
Si bien es cierto que donde antes vivían 20 ó 30 familias,
hoy en día no sería posible, sí lo es el reestructurar estos espacios para dar
lugar a viviendas dotadas de todos los servicios y comodidades de los tiempos presentes
de forma que donde antes había cinco salas, hoy haya una vivienda.
A día de hoy el plan ha entrado en un callejón sin salida tras
el cambio en el Registro de Demandantes de la Junta de Andalucía aprobado en
enero, según el cual el acceso a estas viviendas (que en un principio estaba
reservado a jóvenes emprendedores) se abría a cualquier inscrito en el registro
de demandantes, por lo que la modalidad de vivienda + espacio de trabajo
desaparece pasando a convertirse en meras VPO. Esta paralización también afecta
a las expropiaciones y a los actuales propietarios de los inmuebles que ven
bloqueada cualquier iniciativa que afecte a los edificios. Así éstos no se pueden
rehabilitar, y en aquellos casos en los que existe voluntad por parte de sus
propietarios de hacerlo se ven impedidos por la absurda burocracia que rodea al
plan, así el destino de los inmuebles es la ruina y posterior demolición de
gran parte de ellos, como ocurrirá en prácticamente la mitad de la acera par de
la calle Cobertizo del Conde y en gran parte de la calle de las Lagunillas.
1 comentario:
Enhorabuena por el artículo. Se puede decir más alto pero no más claro: la actual política urbanística relativa al Centro Histórico de Málaga es una auténtica vergüenza y un despropósito, ya que demoler edificios centenarios nunca puede ser el punto de partida para cumplir con el mandato Constitucional de defensa y protección del Patrimonio Histórico.
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